lunes, 8 de marzo de 2010


CONCIERTO DE STEEPWATER BAND – LEÓN, 3/03/2010

Hubo una clara diferencia respecto a la visita anterior de los de Chicago a nuestra ciudad. Esta vez venían acompañados de Marc Ford, productor de su último álbum, y el resultado fue sencillamente inmejorable. Un show que presagiaba llegar a las tres horas de duración y que demuestra las tablas que tiene la banda y lo lejos que están del adecenamiento y las letárgicas propuestas de otras grupos reconocidos actualmente.
El intenso frío de la noche leonesa congelaba extremidades y ánimos, y ahí salió la banda para resarcirnos del rigor del tiempo con un sonido que traspasaba el alma y acariciaba los oídos. Mucho ha madurado el power trío de Massey y compañía. Lejos quedan ya aquellos años haciendo covers de un blues pegajoso que recordaba a Free, Cream y otros combos de los sesenta. Ahora se presentan más creciditos, han progresado en actitud y potencia y buscan en todo momento una plena complicidad con el público. Repasaron temas de toda su carrera, en especial de su último álbum, “Grace & Melody”, del que es productor el propio Marc Ford, y sorprendieron por una sencillez no carente de una profesionalidad austera y sobria que les ha permitido llegar a lo que son, uno de los últimos reductos de un estilo condenado al ostracismo. Dejando de lado este camino, que daría para un largo debate, hay que destacar la intensidad con la que tocaron temas como Revelation Sunday o All the way to Nowhere, y especialmente en Hard as Stone, de su primer disco, en donde lograron un balsámico y respetuoso silencio por parte de los asistentes, que ya no pudieron escapar a semejante hechizo. Lo que estos tres chicos prometen por concierto es una buena dosis de virtuosismo, dedicación, colorido estilístico y sobriedad musical. Renunciaron a dejarse llevar por exhibiciones para la galería y cumplieron con total solvencia la primera parte del concierto. Cigarrillo, parada en la barra y vuelta a la primera fila.
Y aquí empezó lo bueno. Capitaneados por Marc Ford, se presentaron sobre el escenario dispuestos a conquistar a aquel que aún no se hubiera dejado impresionar por el recital anterior. Con unas barbas que recordaban a un naufrago, el ex integrante de los Black Crowes y fundador de la banda de culto, Burning Tree, empuño su 335 y dejó al respetable totalmente boquiabierto. Unos dedos que vuelan como aviones sobre los trastes, que parecen acariciar sutilmente el instrumento, damas y señores, Marc Ford, la magistral caballerosidad de un artista entregado a su música. El angelino, bien secundado por Steepwater, dio sobradas muestras de su talento y sensibilidad repasando algunos temas de su todavía corta carrera en solitario como Currents o del repertorio de la propia banda. Entre divertido y ligeramente pasado, un retrato del músico decadente y bohemio que todos hemos deseado ser alguna vez, demostró que aún continua en plena forma como hizo con una inspiradísima Hell or Highwater.
Con un rock grueso y espontáneo, en donde lo intimista y exquisito se mezclaba con una rabia mal contenida, la banda sobrepasó las tres horas de concierto. Los ataques de Joe Winters (muy dicharachero al final del show cuando se firmaron autógrafos y se repartieron las copias del nuevo EP de la banda, The stars look good tonight) y el atronador bajo de Tod Bowers acompañaron a las guitarras en una noche que parecía inolvidable. Un público entregado pidió más y Massey y Ford dieron una lección de compenetración y técnica con una improvisada jam que provocó el delirio de todos los asistentes.
Ya lo habían dicho los entendidos. Si no fuiste uno de los cuatro gatos allí reunidos debes de estar dándote golpes contra la pared. Una banda en ciernes que poco a poco se va confirmando como una de las formaciones más prometedoras del blues internacional y un guitarrista del que poco se puede decir que no se haya elogiado ya. ¿Buenos? No, mejores.

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